Ayer
era domingo Un buen momento para avanzar, también por la tarde, en el dominio la ciudad y cultivar la memoria fotográfica. Primero el MuseumQuartier. Paseo informativo y cruce de la calle hasta la zona del
Kunst Historisches Museum. Una estatua de la emperatriz María Teresa contempla
multitudes de orientales que, ese día y a estas horas, han tomado la plaza y
parece que harán lo mismo con el museo.
No importa. Es grande, muy grande. Tras una visión de conjunto y de visitar los frescos de Klim incorporados al edificio, se accede a la cafetería más singular e inesperada, como se puede ver. Aprovecha la arquitectura del propio edificio, que le da un toque señorial y casi llega a disimular los inevitables muebles de la barra.
No importa. Es grande, muy grande. Tras una visión de conjunto y de visitar los frescos de Klim incorporados al edificio, se accede a la cafetería más singular e inesperada, como se puede ver. Aprovecha la arquitectura del propio edificio, que le da un toque señorial y casi llega a disimular los inevitables muebles de la barra.
Luego,
paseo tranquilo por la pinacoteca. La verdad es que habiendo paseado el Museo
del Prado casi desde la infancia, todo sabe a poco. Pero son muy buenas las
salas de Caravaggio, Tiziano y Bruegel (de este último, se ve de golpe todo lo
que había visto en distintos libros). Y un cuadro magistral, por lo inesperado:
“El arte de la pintura”, de Vermeer (el mismo autor de “La joven de la perla”).
Al
salir, lluvia. A correr hasta casi la esquina frente al Parlamento.
Amainada la tormenta, unos pasos atrás y un simple cruzar la calle para entrar
en los Palacios Imperiales. Toma de
posición de las posibilidades de la zona y paseo por los parques, hasta llegar
a una zona donde había rosaledas a centenares (no es metafórico), cada tipo de
rosa con su nombre. Fotografiarlas todas era imposible, así
que me dediqué a la fuente llena de patos que tenía cerca. Y con paciencia, capté la instantánea de un pato que volvió de
pronto la cabeza y me miraba fijamente: os lo dejo.
Al
salir del parque, el Teatro de Viena. En el lateral derecho, dos bajorrelieves:
heroismus y egoismus. Basta ver las fotos y descubrir quien es quien, aunque no
tuvieran el rótulo encima. Cruzando la calle, se llega a la plaza del
Ayuntamiento, ahora ocupada por terrazas y por un festival de verano,
de entrada libre, donde hay todo tipo de cosas. Por supuesto, también ópera. Al
final, antes de volver al bus, un acercamiento a la Iglesia Votiva, en recuerdo
del atentado del que se libró el emperador Francisco José.
La Sinfonía de Mozart no fue un concierto, sino un mimo,
perfectamente vestido imitando al compositor. Un poco cansado de estar quieto,
se bajo del pedestal (donde había puesto el nombre, para los menos avezados) y,
tras saludar y pasear un rato, volvió a subirse. Y empezó a silbar con maestría
el comienzo de esta sinfonía. Aunque solo sea por el ritmo y el extraordinario
juego de violines, merece la pena escucharla (en estéreo).
Y vuelta a casa, hasta mañana.
1 comentario:
Me encanta la foto del pato. :)
Imprescindible:
- la expo antológica de Klimt que acaban de inaugurar en el Belvedere. Estoy deseando verla.
- Sachertorte : en el café del hotel Sacher, pero si quiere llevar una a casa las venden envasadas al vacío en una cajita de madera , así que la puede traer a España.Ellos incluso hacen envíos a todo el mundo.
Publicar un comentario