Continúa
el paseo de “toma de posesión” de la ciudad. Hoy,
comienza la andadura frente a la bolsa y, andando andando, acabamos llegando a la Judgen Platz. Según
supe después, ahí está una de las mejores cervecerías de Viena. No había mucha
clientela, por no decir ninguna. Habrá que volver.
Llama la atención un monumento en recuerdo de los más de 100.000
judíos de Viena que sufrieron las consecuencias del nazismo. Nunca acabo de
acostumbrarme a estos encuentros sin que duela por dentro y sin percibir la
presencia del mal en la historia aunque, afortunadamente, no tiene la última
palabra, pues la Belleza resurge una y otra vez, negándose a ser aniquilada.
Cada vez veo con más claridad por qué es así. Pero ahora lo dejamos estar. En todo caso, es la intuición certera de Dostoyewky: “la belleza salvará al mundo”.
En esa misma plaza está el Museo Judío. Enfrente, un sorprendente bajorrelieve que representa el Bautismo de Jesús en el Jordán, al lado de la cervecería, encima de una puerta. La parte trasera del Viejo Ayuntamiento da a esta plaza. Al terminar el edificio comienza la Jordanstrasse. Volveré. a visitar el museo y a tomar una cerveza. Confío en encontrar algún antiguo alumno de la Universidad que esté por estos contornos. Me han dicho que es posible.
Cada vez veo con más claridad por qué es así. Pero ahora lo dejamos estar. En todo caso, es la intuición certera de Dostoyewky: “la belleza salvará al mundo”.
En esa misma plaza está el Museo Judío. Enfrente, un sorprendente bajorrelieve que representa el Bautismo de Jesús en el Jordán, al lado de la cervecería, encima de una puerta. La parte trasera del Viejo Ayuntamiento da a esta plaza. Al terminar el edificio comienza la Jordanstrasse. Volveré. a visitar el museo y a tomar una cerveza. Confío en encontrar algún antiguo alumno de la Universidad que esté por estos contornos. Me han dicho que es posible.
Volvemos sobre nuestros pasos, para acercarnos a Maria Gnade Kirche, una iglesia gótica preciosa, donde estaban diciendo Misa y cuyo interior merece una segunda visita. Tiene una tabla anónima de la Anunciación de la Virgen que es una joya. Y por fuera no desmerece en lo más mínimo: podéis ver los mosaicos que hay en el dintel de la puerta de entrada.
De
nuevo hacia delante, esta vez camino de la plaza de las torturas, que fue
también antiguo campamento romano y el lugar donde murió el emperador Marco
Aurelio, en la romana Vinebone. No quedan restos ni del campamento ni de las
torturas (esto corresponde al imperio austrohúngaro). Tan solo el Römmer
Museum, construido sobre los restos (que se pueden visitar) de dos vilas
romanas que había en el lugar. Ahora, la plaza está dominada por un monumento a
los desposorios de la Virgen María y San José.
Continúa
el camino hasta llegar a la plaza donde está la Iglesia de los Jesuitas.
También estaban celebrando la Misa, pero un vistazo rápido desde el fondo
permite apreciar un barroco luminoso que pide una segunda visita.
De
ahí, a la Iglesia de los Franciscanos, igualmente en plena ceremonia. Y un
nuevo propósito de volver. A la de los Caballeros templarios, no pudimos
siquiera entrar, tanta era la gente dentro. Así que nos fuimos a ver la de St.
Rupert, por eso de que era la más antigua de Viena. No está en uso, pero ahí queda
el monumentos en su sencillez, casi metido en una esquina del centro de Viena y
rodeada de unos cuantos pubs y sus terrazas, en un callejón en forma de “U” de
apenas dos metros de ancho en el mejor de los casos. Simpático.
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