jueves, 9 de agosto de 2012

Conciertos de Viena (21): El Arte de la Dirección Musical

Riccardo Muti es, junto con Rafael Frübeck, uno de mis Directores de Orquesta favoritos. De entre los vivos. Los dos han recibido -en 2010 2012 respectivamente- el premio al "mejor Director del año", que otorga la revista "Musical America". Lo han recogido en los Estados Unidos, en el Carnegie Hall.
Hace ya meses que "cayó" en mis manos el discurso de agradecimiento de Ricardo Mutti.  Ya lo conocéis, sin duda. Desde entonces, cada vez que escucho sus palabras de agradecimiento, me río con ganas. Y pienso en tantas personas que tiene  que dirigir algo en este mundo. En cualquier persona que se empeña con ilusión y naturalidad en que los demás den los mejor de sí mismos.
Os dejo con sus palabras, a modo de "clausura" de estos "Conciertos de Viena", que hoy llegan a su final.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Conciertos de Viena (20): la Sinfonía de la vida misma en...

"El Concierto" es una película trágica y cómica a la vez. Rezuma humanidad y sentido del humor por los cuatro costados. Es también una película desesperante. Parece que, por más esfuerzos que se hagan, nada va a salir bien. Y que, a fin de cuentas, cada uno va a lo suyo porque todos parecen haber perdido las esperanzas y las ilusiones más grandes de su existencia. Se va viendo que quizá haya sido la vida misma la que los ha hecho añicos, con sus aciertos y desaciertos, con sus injusticias y sus momentos dramáticos. Mucha gente derrotada y humillada que logra reunirse en un intento imparable de liberarse de los escombros que casi los sepultan y de redimirse ante los ojos del mundo. Eran muy buenos músicos y han quedado reducidos a... nada. Todo empieza mal y camina hacia la destrucción.
Pero hay una historia sublime, que nunca se hace explícita pero que todos conocen. Y cuando todo parece perdido, un solo nombre -Lea- hace que todos se vuelvan a reunir y pueda ser posible el objetivo: el concierto que han ido a dar a ParísLa única dificultad es que no han ensayado. Nada. La actuación no puede empezar peor: un auténtico amasijo de instrumentos desafinados, muy desafinados. Y sin remedio posible. Como tantas veces en nuestras vidas, estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos. Desafinamos con facilidad. Parece que nadie fuera capaz de tomar las riendas para llenar la vida de armonía.
Pero de pronto surge una chispa, un rayo de luz, una persona que consigue arrastrarnos -casi sin esfuerzo- a dar lo mejor de nosotros mismos, porque su vida resuena en lo más hondo de nuestro ser. No hablo de experiencias aisladas, sino de realidades habituales, de momentos que todos hemos vivido y que hacen de nuestras vidas una auténtica obra maestra. Sin duda, hace falta un buen Director de Orquesta. Ojalá que acertemos siempre y sea el mejor. Pero hace falta también alguien que dé el tono, que no le importe hacer un solo magistral en medio de tanto barullo. Que que se arriesgue a todo, a dar lo mejor de sí, sin saber si eso va a lograr algo más que hacer un profundo ridículo. Entonces, el Director de Orquesta triunfa (en la próxima entrada, una pista).
Se descubre entonces, siempre, que esa actitud afina nuestras vidas y nos hace capaces de dar las notas más sublimes, casi por encima de las posibilidades del instrumento. Y es así: es la música de la persona que resuena en las cuerdas del violín y en las vidas de quienes escuchan. hasta transfigurarlas. Descubrimos que somos mejores.
Eso es lo que consigue Anne-Marie con su violín. Trasforma toda la orquesta y a cada uno de sus componentes. Y hace posible que el Director de la Orquesta muestre toda su genialidad. Os dejo la escena final de la película. Desvela algo de la trama, pero igual os compensa a quienes no la habéis visto. Me parece que es de las pocas veces que saber el final impulsa a verla entera. (Al pinchar el video, quiza os remita a Yuotube: pinchar de nuevo, que merece la pena).