Wienn
– Vienne, 10 de julio de 2012
Una vida
que merece ser contada. Un relato que, en su sencillez, irradia fuerza y
belleza por los cuatro costados. Una sinfonía que acaba por invadir hasta los
más pequeños y profundos entresijos de nuestro mundo interior. “La música
callada, la soledad sonora” (dice el Cántico Espiritual, de San Juan de la Cruz).
Ese lugar
de encuentro sincero y veraz con uno mismo es el único en el que podemos
encontrarnos realmente con los demás. Y con Dios, si llega el caso. Quien lo ha
experimentado, lo sabe con certeza. Muchas y muchos lo anhelan, sin haberlo
conseguido todavía. Y un número no pequeño parece no plantearse la posibilidad
de algo así.
Pero
ninguno queremos ser instrumentos desafinados, sea cual sea la situación personal
que atravesamos. Por eso buscamos el modo de dar lo mejor de nosotros
mismos. Algo que solo es posible cuando no hay temor al encuentro con lo inesperado, con lo sorprendente, con el
misterio. Y el anhelo constante de una plenitud todavía no lograda marca el
ritmo de la existencia, define el relato
y compone la sinfonía interior que inunda de paz y alegría el mundo personal y,
de rebote, el de quienes nos rodean. Todos hemos comprobado que hay personas
cuya sola presencia da paz.
No es
poesía. Tan solo la expresión pobre y deslavazada de lo que cualquiera desea alcanzar y que, una vez conseguido, teme perder, porque no sabe como evitar que
se le escurra entre las manos ese momento de transfiguración. Hasta que descubre que se logra escribiendo el relato cada jornada, componiendo la música cada día
con la audacia de quien acoge las notas sorprendentes y los sucesos
inesperados, hasta encajarlos con armonía en la propia vida, camino de ser obra
maestra en el acorde final de la muerte.
Personalmente,
es el concierto que más me importa. Como a todos. Pero ninguno somos oyentes ni
espectadores. Tan solo podemos componer en ese empeño de dar lo mejor, sin
reservas. Pero solo lo disfrutan los demás. En este sentido, somos tan sordos
como Beethoven. Se trata de que la música de nuestra vida sea también
maravillosa. Pero él nunca oyó lo que compuso, aunque resonaba con fuerza en su
interior. Es la inseguridad del fruto de lo que hacemos. Pero estas actitudes
acaban por generar amores grandes que nos protegen a todos y transforman el
mundo sin que los sepamos cuando somos protagonistas. Pero esta certeza tiene
que ser irrenunciable.
Este
intermezzo parece una digresión-resúmen de la asignatura de Antroplogía que no
pocos me han tenido que aguantar. Con incrustaciones de mis convicciones
personales, claro. Esas de las que nadie logra prescindir y, a la vez, seguir
siendo él-mismo o ella-misma.
Pero no se
trata de eso. Es más bien la explicación -mi explicación- de lo que hago en
Viena estos días, con personas tan distintas. Es época de vacaciones, sin duda,
pero no de turismo. Todo encaja en el panorama de los párrafos anteriores.
Alimentación global, desde lo más divino a lo más humano. En un intento de dar
y recibir lo mejor que tenemos. De compartir la mirada singular sobre las
mismas cosas. De aprender a querer, una vez más, lo común y lo diverso, con la
misma fuerza. Mañanas, para aprender de Viena, de tantas cosas que son fruto de años y de personas dando lo mejor de sí. Las tardes, un curso monográfico: "Fe y Razón en el pensamiento de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI". Y tiempo para la convivencia y ocasiones de encuentro con Dios.
Hoy, no he salido a pasear: he preferido leer. Y por
cortesía (me lo regalaron antes de salir de Madrid), he comenzado y terminado un
libro en esta tarde. Me ha gustado. Cuando lo haya digerido, ya os contaré.
Tiene su interés y pica la curiosidad de quien, como el que suscribe, se ha
dedicado unos años a la cirugía antes de que Juan Pablo II me ordenara
sacerdote y se ha encontrado con "situaciones inéditas". Es la visión del Cielo de un niño muy pequeño. Pero ya volveré sobre
esto otro día. Cuando escriba el “poso” que me ha dejado, leeré otras reseñas,
a ver qué dicen, a ver si estoy de acuerdo.
Mañana iré al Santuario de Mariazell, la patrona de
Austria.
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